“Comencé a enseñar a mis pequeños los elementos de la lectura, el catecismo y una cantidad de cositas que los hacían amables y encantadores”.

Sierva de Dios, Eduviges Portalet.

Un 3 de diciembre de 1826 nació en la ciudad de Lyon (Francia), fue bautizada a los tres días de nacida con los nombres de Francisca Genoveva Eduviges, recibió su Primera Comunión en 1838. Este primer encuentro marcó su destino, ya que desde ese día decidió entregar su vida por completo a Cristo.

A los quince años ingresó como alumna al Convento de la Visitación de Marcellín para terminar su educación. En noviembre de 1862, ingresó al Instituto de María Inmaculada de reciente fundación en Marsella. Luego, tomó el hábito en la noche de Navidad, al mes de su ingreso. Cumpliendo el año canónico de noviciado, hizo su profesión temporal con un gozo indecible. Tres años se quedó en la casa de Noviciado, siendo modelo de observancia, virtud y sacrificio. Después, fue nombrada Maestra de Novicias.

Sin embargo, el Señor tenía otros designios sobre esta alma privilegiada, y así fue como el 25 de junio de 1866, es enviada a Toulouse para fundar un instituto para niños ciegos, del cual sería ella, la superiora. El comienzo de esta fundación como toda obra escogida por Dios, tuvo grandes pruebas que Madre Eduviges Portalet soportó con gran espíritu de fe, amor y sacrificio.

El 3 de octubre de 1868, después de haber pasado por varios sucesos y motivos serios de tipo administrativo, que la obligaron a separarse de la casa de Marcella, renovó sus Votos Temporales. Mientras tanto otras almas generosas, deseosas de congregarse al Señor, ingresaron al reciente Instituto, cuya vida de Comunidad se convirtió en semillero de virtudes. Fiel colaboradora fue la Madre, María Francisca Lohier, quién desplegó gran celo apostólico secundando a Madre Fundadora en sus actividades y aliviándola en sus fatigas con verdadero cariño filial.

Animada por el Espíritu de Dios que guiaba todos sus actos Madre, Eduviges inicia la construcción del Instituto de Niños Ciegos en la Rue Montplaisir (1870), trasladándose al nuevo edificio el 30 de setiembre de 1871 con la Comunidad y los niños ciegos. Su celo infatigable por dejar bien establecida la base de esta naciente Congregación no tuvo límites y grande fue su gozo cuando en la fiesta de Pascua de Resurrección de 1877 recibió las Reglas aprobadas por la Iglesia.

El 21 de mayo de ese mismo año, inflamada de amor Divino, Madre, Eduviges hizo su Profesión Perpetua y el 30 de setiembre fue elegida canónicamente Superiora General por unanimidad. Después, de su nombramiento como Superiora General, su primer deseo fue emprender la construcción de la Casa Madre en la Rue Montplaisir, iniciándose las obras en el mes de mayo de 1878. Deseosa de extender su apostolado en bien de los invidentes, funda un Instituto para Obreras Ciegas en Saintes y más tarde abre también una Escuela en esa ciudad. En la Casa Madre crea un Externado en abril de 1882. Se encontraba por esa época como Confesor Extraordinario de la Comunidad, el Padre Jacinto María Cormier, dominico. Madre, Eduviges que siempre había admirado esta Orden de Santo Domingo por ser ellos los hijos predilectos de María Inmaculada y estando también la reciente Congregación bajo el patrocinio de tan amorosa Madre, quiso por inspiración divina, afiliar su joven familia a esta Orden Gloriosa, manifestando su gran deseo al Padre Cormier (1883).

Este Santo religioso se interesó por el deseo de Madre, Eduviges y logró el fin propuesto ante el Maestro General de la Orden Dominicana, Fr. José María Larroca, quién accedió complacido su petición con el previo consentimiento del Ordinario del lugar. No alcanzaron las palabras para describir la alegría de Madre Eduviges, cuando el 8 de diciembre de 1884, festividad de la Santísima Virgen, Patrona de la Congregación, quedó afiliada a la Orden Dominicana bajo el título de «Congregación de Religiosas Docentes de la Tercera Orden de Santo Domingo de La Inmaculada Concepción».

Las obras se fueron extendiendo, guiadas por la Divina Providencia allende, hasta nuevos horizontes de América. La Madre Fundadora había recibido reiteradas peticiones para una fundación en el Ecuador (América) para tomar a su cargo la administración y asistencia a los enfermos del Leprocomio de Cuenca. Rápidamente se extendieron en toda esa República con obras de beneficencia y educación. Algunos años más tarde, solicitadas para una fundación en el Perú, un grupo de religiosas pasó a la ciudad de Trujillo (1898) donde iniciaron el Colegio «Santa Rosa» que fue el primero de una serie de florecientes planteles de educación. La Madre Fundadora seguía infatigablemente trabajando en nuevas fundaciones. El 19 de marzo de 1894, funda en Fanjeaux una Escuela en el Convento de tantos recuerdos de nuestro bienaventurado Padre, Santo Domingo y verifica la compra de dicho Convento. El 8 de agosto del mismo año, traslada a Mazéres la Casa Madre y abre Escuela y Taller. El 4 de noviembre del 1894, la venerada Madre cae gravemente enferma.

El Señor la reclamaba para sí. Ella había cumplido la misión que Jesús le había encargado. El Esposo Divino la llamaba a las Bodas Eternas para coronarla y ella se le presentaba con las manos llenas de buenas obras. El 16 de noviembre de 1894, después de 12 días de gravedad rodeada de todas sus hijas que la lloraban, su alma se abrió como una flor para el cielo.

A la edad de 68 años y 31 de profesión Religiosa, dejó el invierno de la tierra, para ingresar a la primavera eterna de la felicidad del cielo. El perfume de sus virtudes y la semilla de su vida santa, sería el germen que fecundaría el jardín de la Orden Dominica.